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Promesas bajo la lluvia: 3) Nervios

by Natalia on Nov.22, 2009, under , , , , , ,


TERCER CAPÍTULO DE "PROMESAS BAJO LA LLUVIA" ¿TE LO VAS A PERDER?


Cuando la película acabó Helena se quedó un rato sentada en el sofá mirando una revista que teníamos en la mesa. Yo recogí aquello y me fui a poner el pijama a la habitación. En el apartamento solo teníamos un salón, la cocina, un baño y una habitación. La habitación era amplia pero no tanto como nos gustaría para estar dos personas ahí metidas. Las cortinas eran lilas con rayas blancas. Las camas eran iguales, incluso las colchas y las sábanas. La cama de Helena estaba pegada a la pared del fondo y tenía un peluche muy grande encima de la cama. La mía pegada a la pared de la ventana y no tenía nada, ni peluches ni nada de eso.
En las paredes había algún que otro poster y fotografías. Los posters que había eran de personajes famosos como Jonny Deep o Taylor Launter. Eso estaba en la pared de Helena, en mi pared había muchísimas fotografías de mis amigos de América y como no, fotografías de Helena y Michael aquí en Londres.
Me puse un pijama azul oscuro que tenía y me fui de nuevo al salón con Helena.
–Yo creo que me voy a ir a dormir dentro de poco. Estoy muy nerviosa por lo de mañana.
–La verdad es que yo también lo estaría –me dijo mi amiga.
–Tengo miedo de estropearlo todo –me entristecí.
–No lo harás –me animó Helena.
–Y también me preocupa que no sea el chico que encontré en el metro… pero es que es tanta coincidencia…
–A veces la vida nos sorprende.
Me quedé pensando en esas palabras y al final abracé con ternura a mi amiga.

–Muchas gracias por todo –le dije al oído mientras la abrazaba.
–Siempre haré todo lo que esté en mi mano para poder ayudarte –me contestó.
Me separé de ella, sonreí y me fui a la cama a esperar a que llegase el día de mañana. Helena se quedó un poco más en el salón viendo el telediario y al poco rato después entró en la habitación intentando no hacer ruido para no despertarme si estaba dormida.
–No te preocupes, no me vas a despertar –dije.
– ¿Qué haces que no estás dormida? Tendrías que descansar.
–Ya lo sé… pero no puedo pegar ojo.
–Me imagino… bueno mañana por la mañana salimos a dar una vuelta por ahí y me presentas al amigo tuyo que te ha traído hasta aquí. Que llevamos mucho tiempo aquí y todavía no le conozco –rió.
–De acuerdo. Ahora le mando un SMS y esperemos que pueda quedar por la mañana.
–No es por meterme donde no me llaman pero… ¿A Michael le gustas no es así?
– ¿Cómo dices eso si ni si quieras le conoces?
–Sólo con conocerte a ti se todo sobre los demás.
–Eres alucinante de verdad Helena, no se te escapa una –dije mordiéndome el labio para no hablar más de la cuenta y decir que era verdad aquello que ella estaba afirmando.
– ¿Y cómo es que no le has dicho nada? Si siempre me dices que es muy majo, guapo, atento, amable…
–Es todo eso y más pero… no consigo fijarme en él, sólo le veo como a un amigo más.
–Eso le debe de partir el corazón…
–Pero yo no tengo la culpa. No puedo estar con alguien a quien no quiero –me entristecí.
Helena se acercó a mi cama y se sentó en el borde.
–Lo se amiga mía por eso mañana vamos a quedar con Michael en plan amigos y por la tarde te armarás de valor e irás a ver al chico que tanto te tiene sorbida el coco.
– ¿Tú vas a quedar con el hombre que quiere comprarte los cuadros? –esquivé el comentario que había dicho mi amiga.
–Si. Le llamaré por la mañana.
–Muy bien, te deseo suerte pintora.
–Y yo a ti chica enamorada –me dijo mientras me daba en la nariz con su dedo índice.
Se separó de mi cama y se metió en la suya después de ponerse un pijama beis. Le deseé buenas noches y ella me contestó deseándomelas a mí también. Ella pronto se durmió o eso creo, yo por el contrario estaba dando mil vueltas en la cama. No era capaz de conciliar el sueño, tenía mucho miedo y ahora no paraba de pensar en Michael, si él se enteraba de algo sobre el chico de ojos azules seguro que se molestaría. Sobretodo porque me había “enamorado” de él sin haberle conocido antes después de todo lo que ha hecho Mike por mí. Estaba realmente preocupada por todo eso, no quería perder la amistad que tenía con Mike pero estaba deseando ir al encuentro que tenía con el chico del metro, la verdad es que estaba también preocupada por si aquel chico no era el que yo deseaba que fuese pero las palabras de Helena retumbaban aun en mi cabeza “a veces la vida nos sorprende” y eso me hacía tener la esperanza de que ese chico apareciese a la cita en Hyde Park mañana a las ocho de la tarde.

Las horas pasaron y yo continuaba pensando en todo ese lío que se había formado en tan solo dos días. No quería pensar en qué podía pasar si conocía a aquel chico y si Michael se enteraba de todo esto. Al final el cansancio pudo conmigo y me quedé dormida.
Me desperté a las seis de la mañana. Helena continuaba dormida en la cama con las sábanas casi en el suelo.
–Ésta chica… –dije con una sonrisa en la cara evitando reírme.
Anduve a paso lento hasta el salón para no despertar a mi amiga. Cuando llegué allí cerré la puerta de la habitación y ya pude andar con más soltura. Mientras preparaba el desayuno estuve pensando en qué ponerle en el SMS a Michael. Al final ya se me ocurrió que ponerle para que no pensara cosas que no eran y cogí mi móvil y comencé a escribir el SMS.

Buens días Mike! Spero no despertart. Qería decirt qe si qerías qedar hoy x la mñn. Mi amiga Helena y yo vamos a ir a dar una vuelta y ns preguntams si qerías qedar. Cntesta xfa. Un bso!

Cuando lo escribí le di a enviar. La verdad es que quería pero no quería quedar con él. No sabía por qué pero ya no podía hacerle nada, el mensaje ya se había enviado.
–Buenos días chica enamorada –me dijo con sueño Helena.
– ¿Tú no te cansas no? –me reí.
–Si no estuviese cansada no tendría esta cara ahora… –dijo frotándose los ojos.
–Te he preparado el desayuno –le dije sirviéndoselo en la mesa de la cocina.
–Gracias.

Desayunamos juntas ya que yo había perdido tiempo mientras mandaba el mensaje. Se lo conté a Helena lo que le había puesto y lo que había pensado sobre el tema de no decirle nada a Michael sobre lo del chico de ojos azules, ella me prometió no decirle nada porque ya sabíamos que ella podría decir algo sin querer ya que habla muchísimo y a veces sin pensar.
–Oye Helena, ¿cómo sabré si es él con el que he quedado? Me refiero a que si hay algún otro chico con esas características ¿cómo sabré si es él?
Ella se rió a la vez que tragaba por ello se atragantó. Cuando se le pasó la tos pudo hablar.
– ¡De eso ya me ocupé yo también!
–Yo no se como lo haces de verdad… –dije apoyando mi cabeza sobre mi mano derecha que estaba apoyada ésta sobre la mesa.
–Le dije que llevarías una falda negra con una camisa blanca y una chaqueta del mismo color que la falda –me explicó.
Yo me quedé asombrada. Eso quería decir que era él el que tenía que reconocerme a mí.
– ¡Pero yo no tengo nada de eso!
– ¿Por qué crees que quiero salir ahora contigo? Vamos a ir de compras y no me digas que no porque sé que tienes dinero ahorrado. Lo vi el otro día en tu mesilla.
–Sigo diciendo que no sé cómo haces todo esto… siempre lo tienes todo controlado, por cierto, ¿qué hacías mirando mi dinero? –dije con voz de enfadada a pesar de no estarlo.
–No voy a mentirte, quería robarte.

Mis ojos se pusieron como platos y de pronto mi compañera comenzó a reírse.
–Me encanta tomarte el pelo Mía –continuaba riéndose.
–Un día te vas a enterar –la amenacé.
–Pero hasta que llegue ese día yo seguiré haciendo de las mías –me vaciló.
–Te odio –dije de broma.
–Yo a ti más –contestó mientras se acercaba para darme un abrazo.
–Espero que tengas suerte esta tarde –me deseó.
Helena se quedó recogiendo el desayuno y me fui al baño a ducharme cuando al cabo de poco tiempo mi amiga llamó a la puerta del baño.
– ¿Qué pasa? –pregunté.
–Te han mandado un mensaje.
–Vale, ahora lo miraré cuando salga.
–Es de Michael.
–Vale –contesté mientras seguía duchándome.
–Dice que vale. Que vendrá a buscarnos a las diez.
– ¡Helena deja de cotillear mis mensajes! –grité desde la ducha sin evitar reírme. –Ésta chica puede conmigo –me carcajeaba.
Mi amiga no me contestó pero di por hecho que había contestado el mensaje. Cuando salí estaba ella esperando para ducharse y justo me comentó que le había contestado.
–Recuérdame que tengo que matarte –vacilé pasándome el dedo por el cuello simulando una decapitación.
–Te lo recordaré –me guiñó un ojo.

Me vestí con una falda vaquera y unos botines negros para que me pegaran luego con la ropa que me iba a hacer comprar Helena. También me puse una camiseta de tirantes blanca con una camiseta más ancha encima de color negro. Me dejé el pelo suelto y me lo alisé.
Helena salió del baño y se puso unas zapatillas DC blancas y azules con un vaquero más ancho y una sudadera blanca. Y tengo que decir que esa ropa no era suya sino mía, le gustaba mucho ponerse mi ropa porque decía que le quedaba mejor que la suya propia.
–Son las nueve y media, tenemos media hora para tranquilizarte –dijo mi amiga sin parar de dar vueltas por la habitación.
– ¿Tranquilizarme? ¡Pero si la que no se está quieta eres tú! –me reí.
Me miró de reojo y guardó silencio.
–Será mejor que llames a tu cliente, espero que te compre varios cuadros –le dije.
–Quedó en llamarme el hoy pero si no lo hace le llamaré yo más tarde.
–Llámale ahora y así te lo quitas de encima.
–Está bien –me dijo mi amiga cogiendo su móvil.
Se sentó en la cama y comenzó a hablar con el hombre que quería comprarle los cuadros. Yo me fui a mi sitio preferido de la casa, la ventana del salón donde podía sentarme en una repisa para poder contemplar mejor las vistas estupendas de aquel apartamento. Hoy el sol iluminaba todas las calles de Londres y la gente iba incluso en manga corta. No había apenas nubes en el cielo y se podía apreciar un color azul precioso en éste. Un color azul tan bonito que me recordó muchísimo a los ojos del chico que ni si quiera sabía todavía como se llamaba. Estaba bastante nerviosa por todo aquello y ahora lo que me tenía comida la cabeza era el que yo no sabía quien sería él pero él si sabía quien sería yo. ¿Cómo tenía que reaccionar cuando le viese? Esa pregunta no me dejaba tranquila.
–Hoy vas a tener buen día así que no podrás meterte bajo el mismo paraguas que el chico que te gusta –me dijo Helena interrumpiéndome los pensamientos.
– ¿Pero qué dices?
–Lo que oyes, yo no te dejaría llevarte el paraguas así no te quedaría otra que meterte con él bajo su paraguas.
–Helena es que tienes cada cosa… –me reí.
Ella me sonrió y se sentó para ponerse bien las zapatillas en el sofá negro que teníamos. Yo me quedé donde estaba y continué mirando por la ventana hasta que alguien llamó al telefonillo del apartamento.
–Voy yo –dije.

Cogí el telefonillo y me contestó Mike, ya estaba allí. Quedaban diez minutos para la hora prevista pero él no quería llegar ni un minuto tarde entonces llegó antes de tiempo.
–Ahora bajamos –contesté.
–Dile que suba –me dijo Helena mientras levantaba una ceja.
– ¿Qué dices? –me enfadé mientras colgaba.
–Pobre chico. Seguro que quería subir.
– ¿Para qué? Ya bajamos nosotras –contesté mosqueada.
–Para estar aquí contigo.
–Helena ¿tú que quieres? ¿Qué esté con el chico de esta tarde o con Mike? –pregunté desconcertada.
–Elige tú, yo solo te lo pongo todo en el plato.
La ignoré y abrí la puerta.
–Vamos anda –dije sacando las llaves para cerrar.
Helena salió rápido y eché la llave. El ascensor no tardó en llegar y rápidamente llegamos a la planta baja.
–Buenos días –dijo Mike saludándonos con dos besos a cada una.
Eso me extrañó muchísimo porque Michael jamás me había saludado así, no se si sería por vergüenza o algo pero hoy había hecho algo nuevo conmigo.
–Helena éste es Michael –presenté.
–Encantada –dijo ella sonriendo.
–Mike ella es Helena –terminé la presentación.
–Mucho gusto –contestó el joven.
–Bueno, vayamos de compras –dijo Helena poniéndose en marcha hacia Leicester Square.
Helena se puso a un lado de Mike dejándome a mí a su otro lado. Michael no paraba de hablar con las dos y eso me parecía extraño en el ya que nunca hablaba tanto conmigo, creo que con Helena ahí se sentía más seguro y no tenía tanto miedo a meter la pata conmigo.
–Oye Mía, ¿qué os vais a comprar? –preguntó Mike.
–Pues una camisa blanca y una falda negra –contesté.
–Y no olvides la chaqueta –dijo Helena.
– ¿Y tú Helena? –preguntó de nuevo Michael.
–Yo nada. Voy a acompañar y aconsejar a Mía –rió.
Yo me sonrojé y miré hacia el frente. Sin previo aviso me quedé parada de golpe.– ¿Qué pasa Mía? –preguntaron mis amigos
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