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Promesas bajo la lluvia: 1) Aquellos ojos...

by Natalia on Nov.22, 2009, under , , , , , ,

AQUÍ OS DEJO EL PRIMER CAPÍTULOS DE "PROMESAS BAJO LA LLUVIA" :)

La tarde se me hacía eterna en estos metros. La gente no para de salir y entrar, todos los asientos estaban ocupados y pocos espacios quedaban libres para la gente que entraba nueva al vagón. Yo estaba de pie al lado de una de las puertas, tenía que agarrarme bien ya que las oleadas de gente me empujaban continuamente.
Una señora mayor entró y se sentó en un asiento que una joven le había cedido, al seguir con la mirada a esa señora no pude evitar fijarme en un chico que estaba al lado sentado. El chico leía un libro de Shakespeare, el libro titulado “Romeo y Julieta”.
–Buen libro –pensé.
Seguí mirando a aquella persona. Llevaba un gorro gris pero su pelo negro azabache podía apreciarse perfectamente ya que asomaban por el borde del gorro. Sus ojos se posaban en las páginas de aquella fantástica historia. Cuando de repente se escuchó las palabras de “próxima parada Hammersmith” y aquel chico levantó la mirada a la vez que cerraba el libro. Me quedé atónita ante aquellos ojos azules. Eran pura belleza.
–Increíble –pensé de nuevo para mis adentros.
El chico de ojos azules se dirigió hasta donde estaba yo haciendo que, tuviese que apartar la mirada de él. Se colocó a mi lado y cuando las puertas se abrieron el chico del gorro gris desapareció entre la multitud. Me agarré de nuevo con fuerza esperando a la próxima parada, la mía.
Llegué a mi apartamento, el cual compartía con una amiga. Ésta era más alta que yo, 1, 73 creo que medía mi amiga. Ella tenía un pelo castaño y ondulado por los hombros. Sus ojos eran verdes pero no eran ni la mitad de hermosos que los del chico del metro. Yo era más bajita que ella, un poco más pero lo era. Tenía un pelo rubio oscuro y por debajo de los hombros. Mis ojos eran de color almendrados.
El apartamento que teníamos mi amiga y yo estaba en enfrente del Big Ben, la verdad es que las vistas que teníamos eran impresionantes. Era un apartamento pequeño pero acogedor. Esta tarde, cuando llegué al apartamento mi amiga estaba pintando un cuadro muy moderno, dando brochazos a todo el lienzo.
–Muy bonito ¿eh? –dije.
–Que graciosa –contestó Helena.
–Es verdad. Es muy original.
–Si no te conociese diría que lo tuyo no son las palabras pero como se que te gusta tanto tener un libro entre manos se que aquí ocurre algo –explicó.
– ¿Qué ocurre algo? Será que no entiendo de arte…
–No boba, que a ti te ha pasado algo hoy.
– ¿A mí? A mí no me ha pasado nada.
–No me engañes Mía que te conozco.
Mi amiga tenía razón. No había parado de pensar en aquel chico desde que le vi. Tenía algo que me hacía pensar en él constantemente. Desde que le vi no había parado de pensar en sus ojos, en su cara, en su sonrisa…
– ¿Mía? –dijo Helena chasqueando sus dedos delante de mi cara para ver si salía del trance que me tenía embelesada.
– ¿Qué? –me sobresalté.
–Que me cuentes que ha pasado hoy –finalizó mi amiga sentándome en el sofá que tenía justo detrás.
– ¿Has conocido a alguien? A que es eso. Seguro que es eso, apuesto lo que quieras a que es eso.
–Tranquilízate Helena, tampoco ha sido para tanto lo que me tiene ensimismada.
– ¡Lo sabía! –gritó mi amiga saltando en el sofá.
–Pero Helena, tranquilízate –me sonrojé.
Mi amiga se sentó ya tranquila a mi lado y le conté lo que me había pasado.
–Entonces me estás diciendo que te has quedado pillada por un tío que lo más seguro es que no le volverás a ver, ¿no?
–Yo no he dicho que me haya quedado pillada, sino que no paro de pensar en él.
–Ya… no te has quedado pillada por él… ¿Y qué más? Me apuesto lo que quieras a que tengo razón.
– ¿En qué, en qué no volveré a verle o en que me he colado por él?
–En todo.
–Venga ya Helena. No le conozco, no puedo enamorarme de alguien que no conozco, solo le he visto y es guapo, ya está.
Helena levantó una ceja y decidió zanjar la conversación. Se fue frente a su lienzo y volvió a dar brochazos contra él. Yo me fui directa a la cocina para preparar algo para cenar.
Después de todo eso Helena llamó por teléfono a su novio, que se encontraba en Gales estudiando ingeniería. Yo por el contrario, no quería hablar con nadie. Me senté al lado de la ventana del salón y contemplé la lluvia desde dentro del apartamento. Las gotas golpeaban el suelo de aquellas calles. Aquel momento melancólico me hizo ver que a pesar de no conocer a ese desconocido sentía mariposas en el estómago al pensar en él.
La noche concluyó rápido y la mañana llegó más pronto de lo que esperaba. Ya tenía que irme a trabajar. Estábamos en verano pero yo necesitaba ahorrar dinero para pagarme los estudios en la universidad. Helena ganaba dinero vendiendo sus cuadros y yo por desgracia tenía que moverme en metro de lunes a sábado para llegar al Starbucks de la calle Oxford Street. La verdad es que había muchísimos Starbucks en aquella inmensa calle pero yo estaba en el Starbucks de al lado de Gap.
Desayuné y me despedí de Helena.
–Hasta luego –me despedí.
–Adiós chica enamorada –me respondió mi compañera de apartamento.
–Mira que es mala –pensé a la vez que me reía.
Llegué al metro y por suerte, estaba el vagón casi vacío. Mire a todos lados por si acaso estaba aquel chico allí. Pero por desgracia no estaba. Me senté y guardé silencio hasta que llegué a mi destino. Allí me bajé a prisa ya que el tiempo se me echaba encima. El tiempo en el metro parecía correr más de la cuenta. Cuando estaba apunto de salir de la boca de metro tanteé mi bolsillo y cogí el billete. Cuando salí del todo de aquel reloj del tiempo fui a coger mi bolso y vi que no lo tenía. Lo había olvidado en el metro.
Preocupada me dirigí hacia el trabajo ya que era imposible encontrar mi bolso. Cuando llegué estaba mi compañero atendiendo a los clientes.
–Llegas tarde –me reprochó de buenas maneras.
–Lo siento Michael pero he perdido el bolso en el metro y eso me ha hecho perder un poco más de tiempo.
–Tienes que tener más cuidado, es el tercer bolso que pierdes en este mes.
Me golpeé la frente con la mano y me dije a mi misma que era verdad. Estaba hecha un desastre.
–No sé donde tendrás la cabeza pero céntrate cuanto antes.
Al decirme eso me puse al lado suyo para seguir atendiendo a los clientes.

–Oye Mía… –me dijo Michael de repente.
–Dime Mike.
–Esta noche… ¿tienes planes? Es sábado y pensé que a lo mejor te apetecía ir a dar una vuelta por ahí y tomar algo.
–Oh… muchas gracias por la invitación pero la verdad es que tenía ganas de irme a casa y ver una película tranquilamente.
–Vaya… bueno… pues si eso mejor otro día –se entristeció.
–Pero bueno por ir a tomar algo primero no pasa nada –sonreí.
– ¿De verdad? Pues entonces cuando acabemos nos vamos a tomar algo –dijo con voz nerviosa Michael.
–Muy bien –volví a sonreír.
Michael era un chico muy simpático, atento y guapo pero nunca me había fijado en él. No se por qué pero no me atraía, solo era un amigo. Mike tenía el pelo corto y rubio y unos ojos verdes muy bonitos la verdad, pero no tan bellos como los del chico del gorro gris.
Yo era una chica Americana, nacida en Nueva Jersey, me vine a Londres a estudiar con mi amiga Helena, la cual venía de Italia pero que conocí en un viaje que hicimos a España allí la conocí y desde entonces hemos mantenido el contacto e incluso, varios años en verano ella venía a mi casa y yo a la suya. Michael por el contrario era nativo de aquí.
Cuando pasó el almuerzo y varias horas de la tarde entraron un grupo de quinceañeros armando mucho jaleo. Por desgracia tuve que atenderles yo e incluso tuve que aguantar sus palabrerías y groserías.

–Vaya con los niños ¿eh? –me dijo Mike mientras preparaba un Frapuccino de vainilla.
–Lo mejor que se puede hacer es ignorarles. Contestarles sería darle más importancia de la que tiene.
–En eso tienes razón –me sonrió Mike –pero de todos modos no me gustan que te hablen así.
–Bueno no te preocupes pero gracias por estar pendiente de mi.
–Faltaría más –halagó.
Pasaron de nuevo las horas corriendo y ya solo quedaban treinta minutos para cerrar.
–Hola, ¿qué desea? –escuché a Michael atender a un cliente mientras yo recogía y limpiaba una mesa.
–Quería un café solo –pidió el cliente.
–Muy bien.
Escuché a la máquina preparar el café y de nuevo el cliente le dirigió la palabra a Mike.
–Oiga, ¿usted conoce a una tal Helena Divella?
Michael se giró para atender de nuevo al cliente.
–Pues no conozco a esa mujer pero sería muy difícil ya que Londres es enorme.
–Lo se pero por preguntar no perdía nada. Es que me han recomendado a esa pintora pero no se dónde encontrarla.
Me sobresalté al escuchar el nombre de mi amiga. ¡Estaban preguntando por Helena!
–Tenga, aquí tiene su café, son dos libras con 15 peniques por favor.
–Aquí tiene.
–Gracias, vuelva cuando quiera y espero que encuentre a esa pintora.
El hombre cogió su café y se sentó en una mesa. Yo me dirigí a él y le pregunté por Helena y me comentó que estaba buscándola porque le habían recomendado sus cuadros entonces, le expliqué que era mi compañera de apartamento. El hombre me pidió que le diese su número de teléfono para quedar con ella y que le enseñase sus cuadros para comprar algunos. Cuando terminé de hablar con el hombre llamé corriendo a Helena y se lo conté. Se puso muy contenta y Michael cuando se enteró también, incluso se sorprendió muchísimo de que fuese mi compañera.
Llegó la hora de cerrar muy rápido, como de costumbre y me fui con Mike a tomar algo a un pub que había allí cerca. Estuvimos poco tiempo porque no me gustaba mucho el ambiente que solía haber. Entonces Michael me acompañó al metro para que no me perdiese ya que antes había perdido el bolso y el me decía que si seguía así acabaría perdida yo en estas grandes bocas de metro.
–Te acompañaré a casa –me dijo.
–No te preocupes.
–En serio, no es ninguna molestia. Lo hago encantado.
–De acuerdo entonces, muchas gracias Mike.
–De nada Mía, por ti hago lo que sea.
Solo se me ocurrió sonreírle y pasar adentro del vagón. De nuevo iba lleno pero no tanto como ayer por la tarde cuando me encontré con aquel chico tan guapo.
– ¿Y qué película vas a ver? –me preguntó Mike intentando sacar un tema de conversación.
–Pues Notting Hill. Se que es una película un poco vieja pero me gusta mucho y así recorro Londres sin tener que coger el metro –me reí.
–Esa película me gustó mucho cuando la vi –me dijo Mike sonriendo.
–Yo no me cansaría de verla nunca. Es preciosa y la verdad es que tiene cosas graciosas –comenté.
–Bueno… –dijo Michael intentando de nuevo sacar un tema al cabo de un tiempo.
Mi mirada se quedó fija en el suelo mientras daba vueltas y vueltas al chico del otro día.
–Veo que hoy no estás muy habladora ¿eh? –me dijo Mike colocándome un mechón de pelo detrás de la oreja.
–No… la verdad es que no. Hoy no tengo muchas ganas de hablar –me limité a decir.
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