FERIA DEL LIBRO "ALICANTE"
by Natalia on Nov.22, 2009, under amor, aventura, fantasía, feria del libro, Lágrimas de cristal, libro, magia, nat, Natalia Martín García, romántica, trilogía
Gracias a todos, espero veros. El día 3 de julio a las 20:00 horas en la caseta ECU.
(Para leer la historia que estoy colgando en el blog ir a las entradas anteriores)
Promesas bajo la lluvia: 8) Mike.
by Natalia on Nov.22, 2009, under amor, desamor, libro, londres, Natalia Martín García, promesas bajo la lluvia, romántica
–Venga dormilona, vas a llegar tarde –me dijo Helena quitándome las sábanas para que me despertase.
–Un rato más.
–Venga Mía, que llevas de retraso media hora.
– ¿Media hora? –me sobresalté.
–Así es, o vuelas o no llegarás a tu hora al trabajo –me explicó Helena como sino lo hubiese entendido.
–El jefe me echa… –dije levantándome a toda prisa y corriendo hacia mi armario – ¿Cómo es que no me has despertado antes? –me enfurecí.
–Lo intenté, pero me tiraste la almohada.
–Oh… –me lamenté.
Helena ya me tenía preparado el desayuno pero no me paré a tomármelo, me fui en ayunas corriendo al metro.
–Que pases un buen día –me gritó Helena cuando estaba cerrando la puerta.
Llamé al ascensor pero éste estaba ocupado así que corrí escaleras abajo.
–Llego tarde, llego tarde… –decía sin parar.
La lluvia caía con fuerza en las calles de Londres, yo corría sin parar sobre aquellas húmedas calles. Cuando llegué al metro vi que estaba cerrada por reforma.
–Mierda… –susurré mirando alrededor buscando una solución.
Me fijé en un taxi que pasaba justo por delante de mí, así que no me lo pensé dos veces, corrí y cogí el taxi.
–A Oxford Street por favor –dije.
El taxista me llevó a mi paradero en poco tiempo a pesar del tráfico producido por la lluvia.
–Muchas gracias –dije mientras pagaba.
Corrí de nuevo sin parar hacia mi trabajo. Llegaba veinte minutos tarde.
–Hola –dije entrando deprisa al Starbucks.
–Mía… has vuelto a llegar tarde, menos mal que el jefe no ha llegado aun y no sabrá si has llegado tarde o no –me regañó Mike mientras servía a una señora.
–Lo siento, me quedé dormida.
– ¿Se puede saber qué te pasa? Llevas unos días muy rara.
– ¿No te quedó claro mi mensaje de anoche? –me enfadé ante su mal genio.
El chico guardó silencio y cuando acabó de servir a la señora se acercó a mi lo más que puso a pesar de estar el mostrado entre los dos.
–Eso es lo más extraño Mía, que no se cómo has cambiado tanto de la noche a la mañana.
–Pensé que te gustó el mensaje –me enfadé.
Me fui a cambiar la ropa para ponerme el uniforme. Cuando volví a atender a los clientes Michael se acercó de nuevo a mí para seguir hablando.
–Estoy encantado de que pienses así ahora Mía pero… llevo tanto tiempo esperando y de repente tú cambias de opinión. Igual que el otro día… estabas muy cariñosa y después me evitas, no te entiendo Mía.
Michael tenía razón, quizá estaba precipitándome demasiado pero el tiempo de conocer más a fondo a Jeremy se me echaba encima.
–Lo siento Michael pero es que quiero darte una oportunidad, siempre me he cerrado mucho y creo que tendría que ser más amable y abrir más mi corazón a la gente que lo desea, quizá así lo acaben conquistando quienes lo deseen.
– ¿Enserio? –preguntó atónito Mike.
– ¿Tú me quieres Mike? –pregunté sin rodeos.
–Mía… –se quedó perplejo de nuevo mi compañero.
Un señor nos interrumpió y Mike tuvo que atenderle, para no tener más interrupciones le dije que después del trabajo hablaríamos tranquilamente. Observé durante todo el día a Mike, su forma de comportarse con los demás, su manera de hablar… le observé todo para ver en que se equivocaba pero parecía ser que hoy, por lo menos, no se equivocó en nada. Era educado, amable, paciente… hoy era todo lo que se podía pedir para un chico perfecto. Se que a veces era un poco ambicioso y varias cosas más pero, creo, que eso podía cambiar si tuviese a alguien quien le hiciese feliz del todo.
–Vamos a cerrar dentro de diez minutos –les recordé a unos señores que aun no sabían que pedir a pesar de llevar casi veinte minutos mirando los cafés.
–Mía, ¿vamos ahora a Green Park y hablamos? –me susurró Michael para que nadie lo escuchase ya que había muy poca gente ya en el local.
–De acuerdo –contesté.
La hora de cerrar llegó, los señores se fueron si tomar nada y la pareja que había en el local se fue al poco tiempo de irse ellos. Por fin el Starbucks estaba vacío y podíamos cerrar. Cuando otro compañero nuestro cerró Michael y yo nos refugiamos bajo su paraguas ya que chispeaba un poco.
–Parece que ya llueve menos que antes –objeté.
–Si, esta mañana llovía muchísimo.
Llegamos a Green Park y la lluvia había cesado. Durante todo el camino Michael y yo no habíamos dicho nada, habíamos esperado a llegar aquí para hablarlo todo.
– ¿Y bien…? –comenzó diciendo Mike adelantándose.
–Creo que tienes algo que contestar –dije.
Mike no dijo nada, fijó su mirada en una ardilla que trepaba por un árbol.
–Mike, contéstame –le rogué.
– ¿Cómo puedes preguntarme algo evidente?
Enmudecí unos segundos, pero me armé de valor y contesté.
–Llevas mucho tiempo esperando, quizá te habrías cansado de esperar.
–Por ti esperaría lo que fuese Mía, lo que no entiendo es lo que pasa ahora por tu cabeza. Llevas años siendo sólo mi amiga, nunca has querido nada conmigo… aunque tampoco con nadie más.
No sabía que contestarle.
–A veces pienso que eres como tu hermana… a lo mejor lo que te pasa es eso, que no te gustan los chicos, no te preocupes por eso, es algo normal, cada uno tiene que querer a quien quiera, da igual lo que sea.
– ¡Mike! –le dije.
–No te enfades Mía.
–No me enfado, tienes tus motivos para pensar eso –le contesté acercándome poco a poco a él.
– ¿Tú… me quieres Mía?
Mi corazón debería haberse acelerado ante aquella pregunta pero no lo hizo. Ahora mi corazón no sabía donde estaba, ante esa situación esta sólo yo. Ni mi corazón ni mi mente se querían meter en aquello, tenía que hacer lo que de verdad saliese de dentro de mí.
–Aun no lo sé… –susurré.
– ¿Cómo? –se extrañó el joven.
–Necesito un poco más de tiempo para saber si lo que siento por ti es algo más que amistad.
–Entonces… ¿tú mensaje de anoche era sólo para… ponerte a prueba?
–No es eso Mike –le expliqué.
No podía contarle lo de Jeremy entonces decidí decirle más o menos la verdad pero sin mencionar al otro chico.
–Esta semana podríamos quedar más a menudo y así podré saber que es lo que siento en realidad –le sonreí.
–Por ti haré lo que sea Mía, esperaré de nuevo, no me importa –dijo acercándose aun más a mi.
El agua de nuevo comenzó a caer tras dejar el sol tapado con una gran nube gris. Los patos echaron a volar y las ardillas se refugiaron entre las ramas de los árboles, la poca gente que había allí sacó sus paraguas de nuevo y se protegió de la lluvia. En cambio, Mike y yo continuamos mirándonos fijamente, la lluvia caía de nuevo con fuerza y ahí estábamos los dos, a Mike le daba igual mojarse y resfriarse con tal de estar ahí conmigo más cerca que nunca.
– ¿Crees que podré conseguir tu corazón?
–Si –contesté sin apenas mover los labios.
Nuestros rostros estaban el uno muy cerca del otro, no había apenas centímetros entre ellos y cuando pensé que sabía lo que quería hacer, mi corazón volvió pronunciando una palabra, Jeremy. Aparté pues mi cara y le di la espalda.
–Será mejor que te acerque a casa –me dijo abriendo el paraguas.
–No te preocupes Michael, iré yo sola, tú estás más cerca de tu casa y no quiero que te resfríes por mi culpa.
–No me importa –contestó el joven.
–Insisto Mike, no hace falta –le dije con una sonrisa.
–Como tú quieras Mía –dijo Michael ofreciéndome su paraguas.
Se lo negué con la cabeza y tras darle un beso en la mejilla, me fui. Allí dejé a aquel chico, no sabía si había hecho bien o no pero la verdad es que ahora tenía más dudas acerca de Mike. ¿Por qué Jeremy aparecía cuando no tenía que aparecer? Todo era más complicado de lo que había pensado.
–Creo que tendría que quedarme con Mike, él estará aquí siempre, en cambio Jeremy se irá… –pensé.
A pesar de pensar eso, Jeremy no salía de mi cabeza, me había fijado en el muy rápidamente y me había obsesionado con él aun más rápido. Jamás pensé que se podía querer a dos personas, jamás imaginé lo que se podía sentir al no saber que hacer ya que, si haces feliz a uno el otro, se sentirá desdichado. Por suerte tenía asegurado que Mike me quería, quizá Jeremy no me quería y sólo quería tontear conmigo, por suerte esta semana averiguaría todo sobre él, por lo menos lo intentaría, si fuese verdad que Jeremy no me quiere como me quiere Mike, me quedaría con Michael y por fin, tanto él como yo seríamos felices el uno junto al otro.
–Pero si Jeremy me quiere de verdad… –volví a pensar –todo será más complicado aun.
La lluvia parecía no querer parar nunca, es más, creo que el cielo lloraba por mí, ante mi situación. Quería haber pedido un taxi pero no quería mojar el vehículo así que decidí volver a casa en metro y después llegar a mi casa andando ya que la boca de metro que había al lado de mi casa estaba en obras. Entonces, mi móvil comenzó a sonar, era Jeremy.
– ¿Por qué siempre apareces cuando menos me lo espero? –me enfadé diciendo en voz baja mirando fijamente al móvil.
Pensé que sólo quería darme un toque pero me di cuenta de que aquello se estaba alargando mucho así que, decidí cogerlo.
– ¿Sí? –contesté tímidamente.
–Hola Mía.
–No me esperaba tu llamada –le dije.
–Ni yo esperaba que me lo cogieses –dijo con una voz más dulce aun de lo normal.
Mi corazón esta vez si se aceleró.
–Bueno, ¿querías algo? –pregunté.
–Quería preguntarte… –comenzó diciendo hasta que de pronto se cortó la llamada.
– ¿Jeremy? –dije.
Promesas bajo la lluvia: 7) Noche eterna.
by Natalia on Nov.22, 2009, under amor, desamor, libro, Natalia Martín García, promesas bajo la lluvia, romántica
–Espero que no te resfríes, te has mojado mucho –le dije.
–Tranquila, no me pasará nada.
Llegamos a mi portal, Jeremy me deseó las buenas noches y sin más complicaciones se fue.
–Hasta otra Mía, ha sido una tarde maravillosa –me dijo antes de irse.
Le observé cómo se alejaba rápidamente ya que la lluvia caía con fuerza. Podía haberle ofrecido un paraguas, podría haberle invitado a pasar, podría haberle ofrecido muchas cosas pero no fui capaz de ofrecerle nada. El se despidió y yo no le dije nada. Subí escaleras arriba, no tenía ganas de llegar arriba para contarle mis penas a Helena. Por una vez, no estaba segura de hablar con ella, no quería hablar más del tema por hoy, pero creo que sería imposible disimular lo que me pasaba con mi mejor amiga, a ella no se le escapaba nunca nada de lo que me pasaba. Cuando estaba apunto de llegar arriba me senté en las escaleras y comencé a llorar desconsoladamente. Entonces me di cuenta de que Jeremy me había dejado chaqueta y no se la había llevado, ahora tendría que quedar con él para devolvérsela. Por una parte estaba feliz por ello pero por la otra parte no. Ya mencioné antes, que no sabía exactamente que quería. Cuando estaba llorando en las escaleras mi móvil sonó y era una llamada perdida de Mike, eso fue la gota que colmó el vaso, no aguantaba más, ¿qué debía hacer? ¿Luchar por Jeremy o darle la oportunidad a Michael? Me soné la nariz con un pañuelo y me levanté. Ya era hora de que llegase a casa, Helena seguro que estaba deseando saber que había pasado con el chico del metro. Abrí la puerta y vi todo a oscuras.
– ¿No estará Helena? –pensé.
Me adentré más y observé la luz de la habitación encendida, allí estaba ella, hablando por teléfono con su novio. En cuanto me vio aparecer ella se levantó de la cama y le dijo a su novio que tenía que colgar, rápidamente así hizo y se acercó a mí.
– ¿Mía qué te pasa? ¿Por qué traes esa cara? ¿No era el chico del gorro gris verdad?–Ese es el problema Helena… sí era él –lloré tapándome la cara con las manos.–Mía, ¿qué ha pasado? No deberías llorar si era él.–Lloro porque no sé que hacer, ahora no sé que hacer con Mike y con Jeremy.– ¿Se llama Jeremy? Me encanta ese nombre –sonrió.
Yo no levanté la cabeza de mis manos, Helena me ayudó a sentarme en la cama y me abalancé sobre los brazos que tantas veces habían soportado mis lágrimas.
–Siento haberte liado tanto con Mike, si yo no hubiese hecho nada quizá ahora estarías mejor… –se disculpó mi amiga.
–Tú no has hecho nada malo Helena, sólo que yo no sé que hacer… creo que ahora si quiero a Mike pero a la vez siento algo más por Jeremy –me interrumpí para sonarme la nariz de nuevo y para secarme las lágrimas que salían de mis ojos como agua de una gran catarata.
–Queda más veces con cada uno y así sabrás quién te hace sentir mejor en cada momento y más ahora que estás dolida, si alguno se da cuenta de que estás mal y sabe tratarte como te mereces será el chico que de verdad te merezca.
–Pero el problema Helena es, que a Jeremy yo no le gusto.
–Eso tú no lo sabes –me dijo.
–Claro que lo sé.
–Prueba esta semana y ya me dirás.
Le expliqué a mi amiga que Jeremy estaba aquí de viaje y que pronto se iría pero ella me dijo que si él se enamoraba de mí se quedaría aquí. Si ella lo decía seguro que era verdad, mi mejor amiga tenía un don con todo aquello.
–Helena gracias por todo –le dije.
–De nada pequeña –me contestó con alegría.
Cuando me acordé le pregunté por su venta, Helena era una chica que le encantaba ayudar a los demás y por muy interesante que hubiese sido su día, ella prefería escucharte a ti antes que hablar ella. Me dijo que había vendido siete cuadros, tres de ellos ya pintados y los demás en proceso. Dentro de dos semanas el hombre vendría a recogerlos todos.
– ¿Entonces tendrás dinero para ir a ver a tu novio? –le dije con alegría.
– ¡Sí! –gritó ella de alegría.
–Me alegro por ti Helena –le dije con entusiasmo.
–Bueno Mía, lo que tienes que hacer ya lo sabes, esta semana ves qué tal te va con ambos y a raíz de eso, ya te decidirás.
–Gracias –le dije de nuevo.Cogí el móvil y a la vez fui a por la agenda del salón.
–Ahora mismo encargo una pizza y te invito, tenemos que celebrar tu gran ascenso en el arte de alguna manera.
–No hace falta –dijo Helena.
–Claro que si –marqué el número y encargué la pizza.
Helena se fue a la ducha mientras traían la pizza, yo como de costumbre, me puse a mirar por la ventana. La lluvia azotaba cada fachada, caía con fuerza sobre el Big Ben, dejaba las calles llenas de agua y la gente paseaba a pesar de la lluvia con paraguas, en coche y en autobús. Vi a muchas parejas en poco tiempo paseando por esta calle de Londres. Yo no dejé de pensar en Mike y en Jeremy. Hice caso a Helena y me decidí a estar esta semana con los dos y el que mejor me tratase se llevaría mi corazón o al menos eso es lo que pretendía yo. La verdad es que tenía más pros con Michael que con Jeremy pero los pocos que tenía con Jeremy hacía que fuese mejor que Mike, ya que con Mike tenía muchísimos contras. Mike de nuevo volvió a darme una perdida al móvil haciendo que mi corazón se acelerase.
–Sorpresa Mike –dije mientras le mandaba un mensaje a Michael que ni el se esperaría. Le dije que le echaba de menos y que tenía ganas de volver a verle mañana. Le deseé buenas noches y le dije que mañana comeríamos juntos e incluso le invitaría a tomar algo después del trabajo.
Michael me contestó en poco tiempo, me dijo tal y como yo sabía, que no se esperaba que le mandase un SMS. También me dijo que me echaba de menos y que mañana sería un día maravilloso ya que lo pasaría conmigo.
–Es un cielo –me dijo poniendo cara de enamorada pero entonces, algo interrumpió aquella sensación de felicidad. Era un mensaje de Jeremy.
Eso si que me sorprendió, cada vez que intentaba sentir algo más por Mike, Jeremy aparecía de alguna manera.
– ¿Lo leo? –me dije con temor. No quería abrirlo, me daba mucho miedo enfrentarme a sus palabras.–Deberías leerlo –me sorprendió mi amiga.
Al sobresaltarme mi móvil casi se cae de nuevo al suelo, miré a Helena y ella me asintió con la cabeza. Quería mirarlo pero entonces la sensación que sentía ahora por Mike seguro que cambiaba de nuevo, me estaba volviendo loca.
–Me da miedo mirarlo –le expliqué a mi compañera de piso.
– ¿Quieres que lo mire por ti?
–No estaría mal.
– ¿Enserio? Recuerda que soy muy cotilla… –vaciló Helena.
–Si, quiero que lo leas tú primero –contesté decididamente mientras le ofrecía el móvil.
Mi amiga le dio a leer después de sentarse en el sofá. Yo la observé de reojo, me daba miedo saber que ponía en el mensaje de texto que el chico del metro me había mandado.
– ¿Qué me habrá escrito en el mensaje? –pensé con curiosidad.
Por un instante dejé de vigilar a Helena, no quería mirar más a la realidad, quería esconderme. Ahora mismo sentía por fin la sensación que tanto tiempo llevaba sintiendo mi amigo Mike por mí. Jamás había pensando en lo mal que lo habría podido pasar mi compañero de trabajo, ese sentimiento de vacío y desesperación hacía que las lágrimas brotasen instintivamente de mis ojos. Nunca antes había llegado a sentir nada por nadie en tampoco tiempo, o quizá, nada por nadie… nunca. No me había atrevido a adentrarme en el mundo del amor, se decía que era tan doloroso y cruel que no quería enfrentarme a él, a pesar de que mi amiga Helena me dijese que todo era maravilloso porque todas las personas, primero decían que era lo más bonito del mundo y después, antes de que te dieses cuenta, todo era amargo y oscuro. Nadie conseguía ser feliz tras haber sufrido una ruptura, todo el mundo lloraba en cada esquina, todos aquellos que sufrían desengaños querían dejar de vivir, no encontraban la razón de seguir hacia a delante.
Yo veía felices a muchas parejas pero el pensar en qué doloroso podría ser ese corazón roto no me atreví a entrar en las puertas del amor. Ahora, por fin había cruzado esa puerta, ahora ya tenía los pies en aquellas tierras aparentemente de color rosa, pero en cuanto te fijabas más lo único que se veía era la puerta cerrada para no salir y todo nublándose poco a poco, el temor, los celos y la tristeza se apoderan de ti. Por ello, debemos encontrar a alguien que nos haga salir de ahí y que nos haga levantarnos siempre que caigamos a la ciénaga de los corazones rotos.
Todo era muy contradictorio, los felices decían que el amor era fantástico e indescriptible, por otro lado, los infelices y desdichados decían que el amor era lo peor del mundo ya que si hay amor, tarde o temprano habrá que sufrir las consecuencias, porque no se puede ser feliz eternamente.
–Mía… –me dijo Helena con los ojos húmedos.Me giré lentamente porque no quería saber que ponía.
–Tienes que leerlo… –continuó diciendo con los ojos llorosos.
Tragué saliva y conseguí hablar al poco tiempo.
–Lo leeré, pero primero dime, ¿es malo?–Léelo –se limitó a decir mi amiga italiana.
Me acerqué a ella a paso lento, mi respiración se entrecortaba, estaba temblando de la emoción, ahora mi mente estaba ocupada por Jeremy, la misma mente que minutos antes había estado ocupada por el otro chico que llevaba tanto tiempo siendo mi amigo y compañero de trabajo. Me senté en el brazo del sofá, al lado de Helena y ella me extendió la mano para que yo cogiese el móvil y leyese por fin aquel mensaje del chico del gorro gris.
–Te dejo sola leyéndolo, es largo –me dijo Helena mientras se levantaba y se iba a la habitación para dejarme intimidad para poder leerlo a pesar de que ella ya lo hubiese leído.
Hola Mía, espero no molestarte a estas horas con el mensaje. Sólo quería decirte que he pasado una tarde maravillosa y que cuando tú desees estaré disponible para quedar contigo y tomar algo. El día de hoy no lo olvidaré, ha sido el mejor día de todo este verano… el mejor día de toda mi vida. No quiero que este mensaje haga que nuestra reciente relación como amigos lo estropee, lo único que quería decirte es que me acuerdo de ti y que me encantaría verte más veces, si por mí fuera, me encantaría que perdieses más bolsos, así podría ir a devolvértelos siempre. No te molesto más, con cariño, tú reciente amigo pero duradero:
Jeremy :)
–Oh… –suspiré con lágrimas en los ojos.
Me levanté y me dirigí a la habitación a hablar con mi amiga Helena. Ella estaba tumbada en la cama esperando a que yo dijese algo.
– ¿Y bien? –me preguntó ella deseando escuchar mi opinión.
–Es un cielo… –tartamudeé.
– ¿Mike alguna vez te había mando un mensaje así?
–Me ha mandado algún mensaje insinuando que me quiere pero nunca tan directo y tan profundo como éste… –continué temblando.
–Prueba esta semana –me volvió a decir mi mejor amiga.
Yo asentí mientras me sentaba en mi cama y dejaba el móvil en la mesilla de noche. Era increíble lo que me había pasado en tan poco tiempo, no sabía que hacer, cuando conocí a Jeremy me dije a mi misma que estaba enamorada de él pero no se puede enamorar nadie de alguien tan pronto, no le conozco. Mi cabeza decía que le quería pero mi corazón no sabía exactamente que decía, no sabía si decía el nombre de Michael o el nombre de Jeremy.
–Será mejor que hoy descanses –me dijo Helena seguidamente del ruido del telefonillo ya que habían llamado.
–Cenamos y me iré a dormir –asentí.
–Será lo mejor –sonrió mi amiga perdiéndose entre las sombras del salón.
–Será lo mejor… –repetí.
Helena me llamó cuando ya tenía la pizza en la mesa del salón para cenar. Yo no tardé en ir, dejé el móvil en la mesilla para olvidarme un rato de todo aquello y me senté junto a ella a ver las noticias.
–Gracias por no dejarme sola nunca –le dije mientras cogía una porción de pizza.
–Gracias a ti por haberme tratado tan bien todos estos años, sin ti no sabría que es la amistad –me sonrió de nuevo la chica de ojos verdes.
–Y yo sin ti tampoco sabría que es la amistad.
–Ahora lo único que te falta y en lo que yo no puedo ayudarte más, es en saber a quien amas de verdad.
–No quiero pensar en eso ahora… a Mike nunca he conseguido quererle más que a un amigo y a Jeremy le acabo de conocer… pero haré lo que me dijiste, esta semana será decisiva.
Mi amiga esbozó una sonrisa y mordió un buen trozo de su porción de pizza. El tiempo de nuevo pasó rápido y entre las dos recogimos lo que sobró de la cena y nos fuimos a la habitación a dormir.
–Descansa Mía, mañana será un nuevo día.
–Igualmente Helena, descansa –me limité a decir.
Me encogí y me puse mirando hacia la pared, observé durante un tiempo la foto que había justo delante de mí, una foto de Michael. Era muy guapo, tenía un cuerpo increíble pero a veces su forma de ser no me agradaba mucho, podía ser muy amable y romántico pero a veces era de lo más desagradable. En cambio, Jeremy tenía cosas positivas, aunque no le conocía apenas sabía que él tenía más cosas buenas.
– ¿Michael o Jeremy? –pensé cerrando los ojos.
La noche concluyó ahí, mi cabeza no paraba de pensar en lo mismo y mi corazón no se decidía, tenía que dar tiempo al tiempo para conocer más a Jeremy y para ver cómo se comportaría Mike al verme a mí tan cerca de él. Esta semana sería una cuenta atrás, sólo quedaban tres semanas para que acabase el verano y en ese tiempo, tenía que decidir si Jeremy sería mejor que Mike o no. Si en esas tres semanas no me decidía, Jeremy se iría y si yo sintiese algo por él, el dolor me consumiría.
Promesas bajo la lluvia: 6) La cita.
by Natalia on Nov.22, 2009, under amor, desamor, libro, Natalia Martín García, promesas bajo la lluvia, romántica
Mi corazón se detuvo junto con el tiempo y mi respiración también.
– ¿Mía? –me preguntó.
No era capaz de contestarle pero al final mis palabras salieron solas de mi boca contestando a su pregunta.
–Sí, soy yo.
–Encantado, yo soy Jeremy.
Mi mirada se posó en sus ojos azules, no podía dejar de mirarlos, también observé su sedoso y brillante pelo negro azabache. No llevaba el gorro así que se le podía observar toda su belleza. Era la persona más hermosa que había conocido. Sus ojos brillaban radiantes y no apartaban su mirada de mí, no dejaba de observarme y de sonreírme.
–Encantada… –dije como pude sin dejar de mirarle.
Me levantó y se agachó a recoger mi móvil. Yo continué mirándole y cuando se levantó nuestras miradas se encontraron. Ninguno quitó la vista del otro, la gente pasaba por nuestros lados pero nosotros no nos quitamos de ahí, continuábamos mirándonos y sin decir nada. Mi estómago estaba lleno de mariposas, muchísimas más que con Mike, el sol comenzó a salir iluminándole y dándole más brillo a sus hermosísimos ojos azules.
–Gracias… por devolverme el bolso –conseguí decir por fin.
–De nada. Me alegro de haberlo devuelvo a la persona correcta.
Sonreí con cara de estúpida, no podía dejar me mirarle, ¡parecía completamente boba! Aunque era aquello precioso, parecía un cuento de hadas. No quería despertar y tener que olvidarle.
–Bueno me dijo tu compañera de piso que querías decirme algo –dijo directamente el chico sin perder más tiempo.
– ¿Eh? –me sobresalté –yo… quería decirte que… que muchas gracias –dije absurdamente.
–Muy bien, de nada –contestó de nuevo.
–Tienes unos ojos muy bonitos –dije sin pensar.
¡Qué estupidez había dicho! Pero la verdad es que creo que gracias a eso la conversación se alargó un poco más cuando parecía que nuestros comentarios iban a acabarse.
–Gracias, me lo dicen mucho –se sonrojó un poco Jeremy.
Me sonrojé junto a él. El chico montó mi móvil y me lo di sin más preámbulos. Cuando rozó mi mano casi me desmayo, estaba definitivamente, enamorada de un chico que no conocía. Estaba deseando saber más sobre Jeremy pero parecía que él no quería nada más. No quería saber más de mí.
–Mía, si quieres vamos a tomar algo. Ya que estamos aquí no vamos a despedirnos sin más ¿no? –sonrió.
–Sí –contesté con felicidad.
¡Me había invitado a tomar algo! Era todo maravilloso. Jeremy me llevó a una cafetería que había en Coven Garden. De camino allí Jeremy y yo hablamos de muchísimas cosas, el me contó que le había hecho ilusión conocerme ya que le gustaba mucho conocer gente nueva. Él había nacido en Miami, era americano como yo, se vino aquí a estudiar hace unos años y ahora estaba aquí de vacaciones con un amigo suyo. Eso me entristeció, porque eso significaba que cuando se acabasen las vacaciones Jeremy volvería a Miami.
– ¿Qué quieres tomar? –me preguntó.
Miré la carta rápidamente.
–Un chocolate, por favor –dije sonrojándome un poco.
–Que sean dos –le dijo Jeremy al camarero que esperaba a que pidiésemos algo para tomar.
– ¿Entonces… te irás cuando acabe el verano verdad?
–Si –dijo el chico sin saber por qué se lo preguntaba –Pero ahora que tengo amigos aquí vendré más veces.
– ¿No tenías amigos ya aquí de cuando estuviste estudiando?
–Si. Pero siempre están ocupados y sólo he visto a una amiga que hice y la vi a principios de verano, ya no se nada de ella.
No me creía lo que me estaba pasando, le acababa de conocer pero ya hablaba con el mucho más que con Mike.
–Tu amiga era muy amable –me dijo Jeremy cuando cambiamos de tema.
–La verdad es que si, es una de las mejores personas que puedes conocer.
–Me extrañó mucho que me ofreciese a quedar contigo pero yo acepté, ya te he dicho que me gusta hacer amigos –me sonrió con su sonrisa de ángel.
Yo me quedé mirándole sin contestarle. Sus ojos penetraban en mi como la luz, al mirarle sentía mil cosas maravillosas, no sé como explicar lo que aquella mirada me hacía sentir en cada momento.
–Aquí tienen –dijo el camarero ofreciéndonos nuestros chocolates haciendo que yo saliese de mi trance.
–Gracias –contestó Jeremy por los dos.
–Bueno Mía, cuéntame algo sobre ti.
– ¿Y qué quieres que te cuente? Me gusta más escucharte a ti, tienes más cosas interesantes que contar.
–No seas tonta, ¿no me digas que te da vergüenza hablar conmigo? Si llevamos todo el camino hablando –me dijo el chico esbozando una sonrisa muy graciosa.
– ¿Vergüenza? –repetí.
–Si, vergüenza –dijo el chico para ponerme más nerviosa.
–No, para nada –dije suspirando y colocándome el pelo detrás de la oreja.
El chico continuaba mirándome con su sonrisa esbozada. Yo no tenía que decir nada ya que él lo decía todo con su mirada. No podía saber aun si sentía algo por él pero creo que sabía perfectamente que si seguía así con él acabaría locamente enamorada de él.
–Le hablé a mi amigo de tu compañera de piso, dijo que si tú y yo nos conocíamos y nos llevábamos bien que quedásemos un día los cuatro y así ellos se conocían –dijo pícaramente.
–Oh… dile a tu amigo que tendrá que buscarse a otra chica. Helena ya tiene novio –dije riéndome.
–Que chasco se va a llevar… –dijo Jeremy riendo.
Yo me quedé observándole disimuladamente mientras bebía chocolate. En cuanto llegase a casa le contaría todo a Helena, aunque seguro que ella también tenía mucho que contarme respecto a sus cuadros y al hombre que quería comprar algunos.
–Oye –dije rápidamente.
–Dime Mía.
Me sonrojé y me armé de valor para decir una tontería más.
–No será que quería saber si Helena tenía novio, ¿por ti? –dije levantando una ceja.
– ¿Cómo? –dijo el chico poniéndose nervioso.
–Lo que oyes –me reí –seguro que querías saber tú si ella tenía novio por ti. Seguro que te gusta, Helena es muy guapa.
– ¡No! –dijo el chico seriamente.
Me asusté y pensé que había metido la pata hasta el fondo. Creo que no debería haber dicho semejante estupidez.
–Créeme, lo de Helena lo he dicho por mi amigo. A mi no me gusta Helena –dijo firmemente.
La verdad es que me quitó un peso de encima, eso me hacía sentir mucho mejor o quizás no. Quizás tendría que bajar de las nubes y centrarme en Mike. Ahora todo de nuevo, estaba torciéndose en mi mente.
–No te angusties, ha sido solo una pregunta –me dijo Jeremy para tranquilizarme ya que se me notaba muy tensa.
Le miré y aparté rápidamente la mirada, no podía seguir allí. Mi cabeza ahora me decía cosas distintas a mi corazón, no sabía que hacer, me estaba poniendo fatal.
–Oye Mía, tienes mala cara –me dijo Jeremy acercando su mano a la mía.
Miré su mano acercarse y cuando levanté la mirada para verle vi que me miraba fijamente, de pronto, noté su mano sobre la mía. Mi corazón comenzó a latir fuertemente y desconecté de mi cabeza, no quería escuchar nada de ella, solo quería hacer caso a mi corazón en ese momento. ¡Me había tocado!
–Esto bien Jeremy, muchas gracias –dije sonriendo como pude.
–Será mejor que te lleve a casa. Quizá estás cansada y necesitas descansar.
Asentí y cuando fui a coger el monedero Jeremy ya tenía el dinero encima de la mesa.
–Permíteme invitarte hoy –dijo educadamente.
El camarero nos trajo la cuenta que había pedido el chico de los ojos azules y así, Jeremy lo pagó.
– ¿Tú por dónde vives? –pregunté por empezar a hablar sobre algo.
–Cerca de tu casa –sonrió.
Me sonrojé de nuevo.
–Vivo en Leicester Square –me explicó.
–Es verdad, vives cerca –me alegré.
–Mía, ¿has quedado conmigo porque Helena te lo dijo, o por qué tú has querido? –preguntó de repente.
Me sobresalté, la verdad es que había quedado con él en parte porque yo quería y por la otra parte porque Helena insistió mucho. Pero sinceramente, yo quería quedar con él porque tenía la corazonada de que era él sería el chico que me cautivó en el metro.
–Quedé contigo porque quise –dije sin mirarle por vergüenza.
– ¿Enserio? Yo pensaba que me darías plantón –se rió.
–Eso sería imposible… –murmuré.
– ¿Imposible? –repitió Jeremy ya que me había escuchado.
Nuevamente me puse nerviosa, mis manos comenzaron a temblar. Era imposible dar plantón a alguien como él, era la persona más amable que había conocido hasta el momento, a pesar de estar pocas horas con Jeremy.
–Si imposible porque… tenía que darte las gracias en persona por devolverme el bolso.
El tiempo comenzó a ponerse peor, esta vez si parecía que iba a llover. Yo no quería que eso pasase porque seguro que en un ataque de los míos de nerviosismo me caía al suelo y Jeremy se reiría de mí. El cielo nublado aproximaban lluvias y Jeremy comenzó a andar más deprisa para que no nos mojásemos con la lluvia que empezase a caer en poco tiempo. El chico de ojos azules me dijo exactamente cual era su casa por si un día quería ir a saludarle o algo, también me dio su número de móvil por si quería llamarle algún día de estos antes de que el verano se acabase. Yo no aguantaba más, necesitaba saber algo esencial para hacer caso a mi corazón o a mi cabeza, tenía que saber si Jeremy tenía novia, no podía seguir detrás de un chico que ya tenía su corazón prendido de alguien.
–Jeremy… –comencé diciendo.
–Dime Mía.
–Tú… aquí o en Miami… ¿tienes…?
Se me trababa la lengua y el color rojizo de las mejillas aumentaba con velocidad. No sabía cómo decírselo, era el primer día que quedaba con él pero tenía que saberlo cuanto antes, no aguantaba más este lío entre Mike o Jeremy.
– ¿Tienes…?–continué diciendo – ¿novia?
El chico se sobresaltó por primera vez desde que estaba con él.
– ¿A qué viene esa pregunta Mía? –me preguntó Jeremy desconcertado.
Las gotas de agua comenzaron a caer poco a poco.
–Te pregunté yo primero, por favor contéstame –le rogué sin mirarle a la cara.
–No tengo novia, ni aquí ni en Miami ni en ningún otro sitio –contestó con firmeza mientras se quitaba la chaqueta y me la colocaba encima para no mojarme con la lluvia que ahora caía con fuerza.
–Gracias por contestarme.
–Ahora creo que te toca a ti –me dijo.
–Te lo pregunté porque… tenía curiosidad. Sólo era eso –mentí.
El chico no preguntó más, sabía que yo estaba mal por algo y no quería hacerme sentir peor. Me agarró con delicadeza y comenzamos a andar para no mojarnos ya que para hablar nos habíamos parado en medio de la calle.
–Ya casi hemos llegado –me dijo.
Me sentía estúpida, con lo bien que me había ido el día con él yo lo había estropeado diciéndole aquello. Me sentía bien al saber que no tenía novia pero… no sabía que quería, necesitaba hablar con Helena, ella me aclararía las ideas. Mis pensamientos respecto a Jeremy y a Mike iban por rachas, primero pensaban que Jeremy era mejor, luego que era mejor Mike, después otra vez el chico con sonrisa de ángel, nuevamente después Michael… Definitivamente, necesitaba descansar para poder aclarar las ideas mejor.
Promesas bajo la lluvia: 5) Horas antes
by Natalia on Nov.22, 2009, under amor, desamor, libro, londres, Natalia Martín García, promesas bajo la lluvia, romántica
–Creo que se me está haciendo tarde, ya nos veremos mañana en el trabajo Mía –dijo Mike levantándose y cogiendo sus cosas.
– ¿Te vas ya? –preguntó Helena con tristeza ya que se lo estaba pasando genial con Michael.
–Si, tengo que irme ya. Encantado de conocerte Helena.
–Igualmente Mike –sonrió la chica.
–Nos vemos entonces –dijo mi compañero abriendo la puerta y cerrándola rápidamente.
Mike se fue sin darnos dos besos para despedirse ni nada, eso quería decir que estaba molesto e incómodo. Helena no aguantó y me echó en cara lo que había sucedido.
–Eres una estúpida –me dijo.
– ¿Qué?
–Lo que oyes, tienes a un chico maravilloso aquí detrás de ti y tú le ignoras. Ya me gustaría que mi novio estuviese aquí conmigo y constantemente me demostrara que me quiere como Mike a ti.
–Pero Helena, yo no le quiero… –susurré porque no estaba segura de eso –pero es que no paro de pensar en el chico del metro.
– Esta tarde le verás pero tú no sabes si será el o no y tampoco sabes si se enamorará de ti.
–Eso ya lo sé Helena…
– ¿Y todo este tiempo atrás que Mike a estado enamorado de ti por qué no le has hecho caso?
–Porque no soy capaz de fijarme en él. No le veo más que aun amigo.
Helena guardó silencio y suspiraba repetidas veces. No paraba de dar vueltas por el salón. No se hacía a la idea de que fuese tan estúpida y no hacer caso a un chico guapo, amable y dulce que me quería.
– ¿Tienes miedo a enamorarte? –dijo al fin Helena.
– ¿Yo?
Helena me miró con enfado y se limitó a no contestar a mi absurda pregunta.
–No tengo miedo a enamorarme –contesté al fin.
– ¿Entonces qué te sucede?
–No lo sé Helena pero yo creo que es que no puedo querer a Mike, no soy capaz por mucho que lo intente.
–Quizá sea eso… no siempre se ama a la persona que más te quiere.
Yo me senté en el sofá y mi amiga se acercó a pedirme disculpas por su mal genio demostrado hace unos momentos pero ella sólo quería que yo fuese feliz ya que no tenía a nadie.
– ¿Crees qué estoy equivocada? –pregunté al fin queriendo obtener una buena respuesta.
–Mía, yo creo que lo que tienes que hacer es hacer caso a tu corazón, hoy verás al supuesto chico del metro, si es él pues espero que todo salga bien, sino quizá, deberías ver con otros ojos al dulce y amable Mike.
Me quedé pensando y me di cuenta de que Helena tenía razón, tenía que darle una oportunidad a Michael, así que si esta tarde conocía al chico que me devolvió el bolso y resulta que era el mismo chico que me dejó embelesada en el metro me olvidaré de Mike e intentaré llegar lejos con aquel chico a pesar de no saber anda sobre él pero si no era así, la oportunidad se la daría, obviamente, a mi gran amigo Mike.
Helena cogió su móvil y se encerró en la habitación, lo más seguro es que se pusiese a hablar con su novio. Yo nunca llamaba a casi nadie, mi relación con mis padres y mi hermana no eran muy buena así que mis gastos con el teléfono móvil eran escasos. Me quedé mirando por la ventana y observé que hacía sol, parecía que no iba a llover en bastante tiempo, aunque aquí en Londres nunca debes fiarte del tiempo.
–Ya te queda poco para ver al chico que tantos problemas te está dando –me dije a mi misma.
Me preparé para hacer la comida, preparé espaguetis a la carbonara, ya que era el plato favorito de Helena. Preparé aquel plato para pedirle disculpas por mi estúpido comportamiento, ella hacía todo por mi bien y la verdad es que le agradezco que esté conmigo y que no me haya dejado sola como mi familia.
–Helena –la llamé –la comida ya está lista.
–Voy –contestó felizmente mi compañera de apartamento.
Mi amiga terminó de hablar por teléfono y se sorprendió ante la comida que le había preparado en modo de disculpa.
–No tenías porque molestarte.
–Tú si que no deberías porque molestarte tanto por mi –sonreí.
Helena se acercó a mí y me abrazó como de costumbre. Esa chica era digna de admirar, a pesar de su temperamento y sus actos imprevistos, era una chica maravillosa y envidiable.
–Siempre estaré contigo Mía, no lo olvides, sólo quiero que seas feliz.
Mis brazos la rodeaban amistosamente, para mí ella era como una hermana de verdad. Todo el salón se quedó en silencio, el sol penetraba por los grandes cristales del salón iluminando con alegría aquella habitación. La comida comenzó a enfriarse pero eso nos dio igual ya que Helena y yo continuábamos abrazadas.
–Esta tarde sabrás por fin que hacer.
–Eso espero –contesté.
–Pase lo que pase, haz lo que te diga tu corazón.
Asentí y me dirigí hacia la cocina para poder sentarme y comenzar a comer. Helena me siguió y comimos las dos juntas, hablando y riendo, aquella chica siempre sabía como hacerme sonreír ante todo. El tiempo pasó nuevamente rápido y cuanto más nerviosa estaba, Helena se tenía que ir porque había quedado con el hombre que quería comprarle los cuadros. Eran ya la seis de la tarde y yo estaba nerviosísima. Mike me mandó un mensaje diciendo que se lo había pasado genial hoy conmigo y con Helena y que cualquier día, si yo quería, el estaba dispuesto a quedar conmigo. La verdad es que ahora estaba empezando a fijarme más en aquel chico, era muy dulce y atento, quizá lo mejor sería quitarme la idea del otro chico del metro, no sabía nada de él, en cambio con Mike, sabía casi todo y la verdad es que ahora… me parecía maravilloso. Me di cuenta de que en un momento todo podía cambiar y así, por arte de magia, mi corazón estaba más alegre en cuanto pensaba en mi compañero de trabajo, Michael. Me tiré una hora tumbaba en la cama de mi habitación escuchando música y pensando en qué hacer, ahora no sabía si acudir a la cita, no sabía si sería aquel chico y tampoco sabía que decir, sólo tenía que agradecerle que me devolviese el bolso y ya está, solamente era eso, no podía haber nada más allí. Aquel chico no se enamoraría de mí a pesar de que yo estuviese locamente obsesionada con su mirada y su sonrisa radiante.
–En un momento me estoy dando cuenta de muchas cosas –me dije sin saber qué hacer.
Esta tarde será la ocasión de saber si siento algo más por aquel chico del metro o si al contrario, siento algo más por Mike. Deseaba que el chico del metro fuese el de esta tarde para así poder saber qué hacer. En mi MP4 no dejaba de sonar la canción de Kesha “Hungover”. Esa canción le encantaba a Mike, siempre que la ponían en la radio Mike subía el volumen y me la dedicaba con todo su corazón. La verdad es que no sé por qué antes no me había fijado en Michael, era todo muy extraño y repentino, así sin quererlo me estaba enamorando más y más de mi amigo y a la vez, estaba deseando cada vez más al chico del gorro gris.
–Es hora de que me vista, queda sólo una hora.
Cogí la ropa y me la puse poco a poco, la canción continuaba sonando ahora en mi móvil con el altavoz puesto. El tiempo afuera comenzó a cambiar poco a poco, cada vez se nublaba más pero por suerte, no había indicios de que fuese a llover. De repente la curiosidad de saber más sobre el chico del metro se desató. ¿Cómo se llamaría? ¿Qué gustos tendría? ¿Será amable o en cambio, será muy rudo y egoísta a pesar de haberme devuelto el bolso?
–Ya queda poco –susurré mirando el reloj de mi muñeca izquierda.
Cogí mi bolso, el que el chico me devolvió y metí mis cosas allí. El tiempo por una vez, corría despacio y como yo no aguantaba más decidí salir ya, mejor estar antes de la hora que llegar tarde. Cerré la puerta con llave y llamé al ascensor. Cuando estaba bajando me pararon en la planta tercera y se metieron al ascensor una pareja de novios envidiable. Me saludaron y bajamos los tres en el ascensor a la planta baja. Les observé felices y alegres, era como ya he dicho antes, envidiable. Nunca antes me había fijado en todo eso, por una vez creo que estaba empezando a saber que era ese sentimiento de necesitar a alguien a quien amar y obviamente, alguien quien te ame tanto como tu a él. Incluso mi hermana pequeña, con la que me llevaba mal, antes de todos nuestros problemas pude ver que ella era feliz amando y siendo amada, incluso por una persona de su mismo sexo, daba igual con quien fuese, mientras seas feliz y tu corazón te diga que así está bien, todo estará bien. El amor era para los enamorados, sean chicos y chicas o personas del mismo sexo. Pero a pesar de todo eso yo era incapaz de amar a nadie.
–Ya he llegado –pensé mientras me quedaba apoyada en una cabina.
Muchísima gente pasaba por allí, mayores, pequeños, adolescentes… Todo el mundo iba de un lado a otro, aunque unos con más prisa que otros. Mi móvil sonó y vi que era Mike quien me estaba llamando. Dudé si cogerlo o no pero al notar las mariposas en mi estómago no pude evitar cogerlo para escuchar su voz.
–Hola Mía –me saludó con dulzura.
–Hola Mike, ¿qué tal estás?
–Bien, sólo quería decirte que mañana no podrás escaparte, pienso invitarte a comer.
Una sonrisa se dibujó en mi rostro.
–Perfecto Mike. Me parece perfecto –dije con ternura.
– ¿Enserio? –se extrañó.
–Claro, mañana en el trabajo hablamos de todo. ¿Vale?
–Muy bien, hasta mañana entonces, cuídate, un beso.
Al decir eso sonreí de nuevo, me despedí y colgué. No me creía lo que me estaba pasando pero la verdad, es que me sentía muy bien con todo aquello, exceptuando algunas cosas, como por ejemplo, los nervios de conocer a aquel chico que estaba esperando ahora mismo. Fui a guardar el móvil en el bolso y entonces sin querer se me cayó al suelo.
–Mierda –dije.
Cuando me agaché observé que alguien se paraba delante de mí.
– ¿Necesita ayuda? –me preguntaron.
–No se preocupe, sólo se me ha caído el móvil al suelo –contesté recogiéndolo y sin mirar a aquella persona a la cara.
–De acuerdo –contestaron sin apartarse de delante.
Me quedé un poco pensativa, ¿por qué esa persona no se iba de ahí? Quedaban diez minutos aun para que el chico llegase así que el no podría ser. Cuando recogí todas las piezas del móvil desmontado me levanté y sin saber cómo me apoyé con el pie sobre una piedrecilla que había haciendo que cayese hacia delante. Cuando mi móvil volvió a caerse por mi desequilibrio alguien me agarró evitando que hiciese lo mismo que mi móvil.
–Gracias –dije sin mirar a aquella persona.
–De nada –contestó la misma voz que me ofreció ayuda cuando se me cayó el móvil.
Entonces no pude evitar mirar quien era esa persona. Sin saber cómo el tiempo para mí se detuvo.–Oh… –suspiré.
Promesas bajo la lluvia: 4) De compras
by Natalia on Nov.22, 2009, under amor, desamor, libro, londres, Natalia Martín García, promesas bajo la lluvia, romántica
Mi respiración se disparó. Me quedé atónita al ver al chico de metro andando en dirección contraria hacia nosotros, dentro de unos segundo pasaría al lado mío.
–No puede ser… –pensé con el corazón latiendo a tope.
– ¿Mía? –me dijo Helena acercándose a mi para ver que me pasaba.
Justo cuando Helena me agarró por los hombros para ver que me sucedía aquel chico pasó al lado nuestro.
–Era el… –murmuré mirándola a los ojos.
– ¿Quién?
–El chico del metro –contesté sin parar de mirarla.
–Mierda, no he visto a nadie porque me he fijado solo en ti para ver que te pasaba.
–Ha pasado aquí al lado de nosotras, ¿no le has visto? ¿no sabes si era el chico con el que he quedado esta tarde?
–Lo siento Mía. No he visto a nadie –se lamentó.
Mike se acercó preocupado y preguntó que ocurría.
–No pasa nada Michael, no te preocupes. Sigamos –dijo Helena mirando hacia atrás a ver si conseguía ver a aquel chico.
Durante un rato nadie dijo nada hasta que me di cuenta de que Michael podría sospechar algo sino decíamos algo ya así que me decidí a intervenir.
– ¿Tú vas a comprar algo? –pregunté absurdamente.
–No tenía pensado en comprar nada pero si veo algo pues me lo compraré –sonrió.
Le devolví la sonrisa y miré a Helena para que me ayudase a decir algo. Ella no tardó en sacar un tema de conversación. Cuando llegamos a Leicester Square sacamos los tickets de metro y nos adentramos en él.
–Oye Helena no entiendo como no nos han presentado antes, eres majísima –dijo Mike.
Helena sonrió y sus mejillas cogieron un color rosado.
–Gracias –volvió a reírse –yo también estoy encantada de conocerte por fin.
–Me vais a hacer ponerme mal. Lo siento por no presentaros antes, pero es que siempre teníais planes distintos –dije mirando al túnel del metro esperando que el los vagones llegaran.
–No te preocupes –me dijo Helena –sólo lo hemos dicho porque nos llevamos bien, no te estamos echando en cara nada –se preocupó pensando que me había enfadado.
–Tranquila –sonreí –me lo he imaginado.
–Me habías asustado –dijo ella abrazándome.
Mike nos dijo que se notaba que éramos muy amigas y que él antes tenía un amigo así pero que se fue a Nueva Zelanda con su novia y ya no sabe apenas nada de él.
–Seguro que encontrarás a algún amigo mucho mejor –dijo Helena sonriente.
–Amigo o amiga –dijo Mike.
Helena me miró de reojo y asintió.
–Si, amigo o amiga –repetí yo.
Llegamos ya a nuestra parada, allí bajamos del vagón y nos pusimos en marcha hacia GAP, en Oxford Street.
–Y pensar que vengo al mismo sitio que al que vengo para trabajar… –susurró Mike riendo.
–La verdad es que Mía está igual que tú –me dijo mi amiga riéndose.
–No podemos decir nada malo porque esta calle es muy buena –me defendí.
–Por supuesto –contestaron mis amigos.
Helena se separó un poco de nosotros para llamar al hombre que quería comprar sus cuadros, yo me quedé con Mike esperando a que terminase de hablar Helena en la entrada de GAP.
– ¿Entonces esta tarde tienes planes? –preguntó Mike.
Me puse colorada y asentí. Mike me preguntó que compromiso tenía esta tarde pero justo llegó Helena y evité la pregunta haciendo como que no había escuchado lo que me había dicho.
– ¿Vamos dentro? –dije con ganas de separarme de Michael.
Helena encontró toda la ropa que necesitaba, la encontró de todo tipo y me mandó a los probadores con un montón de ropa.
–Cuando te lo pruebes avísanos –dijo Helena cerrando la cortina de mi probador.
Ella se acercó a Mike y se puso a hablar con él. Había mucha gente ese día allí, la gente entraba y salía de los probadores continuamente. Me sentía incómoda en aquel probador, constantemente la gente se pasaba y movía la cortina mirando a ver si había alguien ocupando ese probador, tenía que estar todo el rato pendiente de que nadie me abriese la cortina. En cuanto acabé de probarme el primer conjunto llamé a Helena y ella vino con Mike a verme, yo creo que era el que mejor me quedaba pero Helena insistió en que me probase todo lo demás. Me di cuenta de que Michael no me quitaba el ojo de encima y eso me ponía un poco más nerviosa aun.
–Ya estoy lista de nuevo –dije para que Helena me escuchase.
– ¡Estás guapísima! –me dijo mi amiga al verme con una camiseta blanca ceñida, una falda negra y unos botines negros con un poco de tacón.
–A mi me gustaba más lo de antes, la camiseta me permitía respirar –dije con mi mano en mi estómago.
–Yo opino que estaba guapa de las dos maneras –dijo Mike.
–De gran ayuda tu opinión… –pensé.
–Yo creo que te debes quedar entonces con lo primero –dijo Helena.
–Estoy de acuerdo contigo –sonreí –me quedo lo otro.
Me metí de nuevo al probador y me puse mi ropa cogiendo lo que me llevaba en una mano y lo que no en la otra mano. Nos fuimos directamente a la caja cuando mi amiga vio un vestido de verano que le gustó y fue a probárselo corriendo, dejándonos a Michael y a mí solos en la cola de la caja.
–Vaya me gustan esas gafas –dijo Michael cogiéndolas y probándoselas.
–Te quedan bien –me limité a decir.
– ¿Tú crees? –preguntó el chico indeciso.
–Por supuesto –contesté intentando sonreír.
Eran unas gafas de motero oscuras y con las patillas plateadas. La verdad es que a Mike todo le quedaba bien, era un chico maravilloso aunque no podía fijarme en el por más que lo había intentado. No quería sentirme sola y él era el único chico que me hacía caso y que realmente se moría por mí pero a pesar de todo eso yo era incapaz de mirarle como a algo más que un amigo.
–Me las llevo entonces –dijo Mike cogiéndolas y sacando su cartera para pagar
Seguidamente llegó Helena sonriente y nos dijo que el vestido le quedaba genial y que le se lo compraba, al final todos compramos algo. Cuando pagamos los tres nos dimos una vuelta por la calle en la que trabajábamos Mike y yo, Oxford Street.
– ¿Os apetece ir a tomar algo? –propuso Michael.
–Podríamos ir a casa e invitarle a Mike a tomar algo –sonrió mi amiga.
– ¿Qué te parece Mía? –dijo Helena insistiendo.
–Me parece… genial.
– ¡Oh! Muchísimas gracias –agradeció el joven.
–De nada –contesté apenas sin voz.
No quería que Mike viniese a mi casa, no me sentía a gusto, era un chico ejemplar pero no sé por qué siempre me hacía distanciarme de él, no sé si por miedo a enamorarme o qué. Aunque ahora estaba más así con él por el tema del chico de ojos azules, no entendía que me pasaba con él si ni si quiera sabía si esta tarde volvería a verle aunque hacía unas horas mi miraba volvió a posarse en aquel chico del gorro gris.
–Te invitamos a tomar algo y si quieres puedes quedarte a comer, Mía hace una lasaña riquísima –me halagó Helena.
Me sonrojé y miré de reojo a mi amiga por estar complicándolo más todo. Ella se acercó y me dijo que hacía todo esto para que el chico se cansase de estar con nosotras y así por la tarde nos dejaría en paz pero no sé yo si eso era buena idea o no, porque a Mike le dabas la mano y te tomaba el brazo o eso al menos hacía conmigo. Pero por probar no perdíamos nada, mejor intentarlo que rendirse en el intento, ¿no? Así yo le dije a Mike que Helena tenía razón y que debería quedar a comer y éste dijo que sí sin rechistar.
–Esperar un momento –dijo Mike acercándose a una chica rubia y del mismo color azul que el cielo, pero claro está, que no era tan bonitos como los del chico del metro.
– ¿Quién es esa? –me preguntó Helena.
–No lo sé –contesté dubitativa –es la primera vez que veo a esa chica.
Esperamos a que Michael terminase de hablar con la chica esta, cuando finalizó nos dijo que era una prima suya. Entonces continuamos el paseo hasta nuestra casa. Las calles estaban más alegres en el día de hoy ya que hacía un sol espléndido, era el primer domingo de mes y la gente paseaba con bolsas en las manos, entraban y salían constantemente de todos los bares y muchísima gente viajera estaba visitando la ciudad. Era sinceramente, una ciudad con vida propia.
–Ya hemos llegado –dije al cabo de todo el paseo cuando estaba abriendo la puerta del portal.
Abrí con delicadeza para que la llave me abriese a la primera y así Mike no vería que a veces, soy un poco torpe.
– ¿Por qué me preocupo tanto en no hacer el ridículo delante de Mike? Si a mi el no me gusta… –pensé.
–Ponte cómodo –le ofreció Helena a Mike.
–Gracias –contestó el chico sentándose en el sofá educadamente.
Yo me fui a la habitación a recoger mi móvil ya que se me había olvidado cogerlo y había estado toda la mañana sin él. Miré a ver si tenía alguna llamada pero cómo era de costumbre, nadie me había llamado ni mandado un SMS.
– ¿Qué te apetece tomar? –preguntó Helena a nuestro invitado.
–Pues un vaso de agua, por favor.
– ¿Vaso de agua? No seas así, ¿quieres una cerveza? –preguntó de nuevo mi amiga.
–Bueno, está bien. Muchas gracias –sonrió.
Dejé mi móvil en mi chaqueta y ésta la puse en el perchero de la entrada. Fui seguidamente a la cocina a ayudar a Helena por si necesitaba que le echaran una mano pero ella se negó y me mandó al salón para estar con Michael. Y así, nuevamente, me moría de vergüenza.
– ¿Qué te parece el apartamento? –pregunté absurdamente.
–Está bien y las vistas son muy bonitas –dijo asomándose por la ventana.
–La verdad es que es lo más bonito, creo yo –sonreí.
–Bueno, en el apartamento también hay cosas bonitas.
– ¿Cómo qué? –pregunté con curiosidad.
–Tú.
Me lamenté de haber preguntado aquello, ahora no sabía que decir y noté como poco a poco, mi cara se ponía más roja y ardiente. Me moría de vergüenza tan solo con estar ahí con él y ahora, después de haber escuchado eso, ya si que no sabía dónde meterme para encontrarme a gusto y no con vergüenza. Mi amiga Helena se acercó y nos vio a los dos sin saber que decir ya que Mike, esperaba a que yo le diese una respuesta a aquella objeción pero, de nuevo, deseaba que la tierra me tragase. Mike tenía una cara un poco triste al no obtener respuesta y Helena cada vez la veía más enfadada ante mi poco tacto con Michael. Mis nervios estaban desatadísimos pero conseguí amarrarlos un poco y contestar a Mike.
–Gracias –conseguí decir tras todo ese tiempo en silencio y malas vibraciones.
–De nada –dijo con la cabeza a gachas.Helena me miró con rabia y se sentó en el sofá invitándonos a tomar lo que nos había servido. Una vez Helena con nosotros, el ambiente se tranquilizó pero yo no dejaba de pensar en el daño que le podía estar causando a Michael con mi arrogancia.
Promesas bajo la lluvia: 3) Nervios
by Natalia on Nov.22, 2009, under amor, desamor, libro, londres, Natalia Martín García, promesas bajo la lluvia, romántica
Cuando la película acabó Helena se quedó un rato sentada en el sofá mirando una revista que teníamos en la mesa. Yo recogí aquello y me fui a poner el pijama a la habitación. En el apartamento solo teníamos un salón, la cocina, un baño y una habitación. La habitación era amplia pero no tanto como nos gustaría para estar dos personas ahí metidas. Las cortinas eran lilas con rayas blancas. Las camas eran iguales, incluso las colchas y las sábanas. La cama de Helena estaba pegada a la pared del fondo y tenía un peluche muy grande encima de la cama. La mía pegada a la pared de la ventana y no tenía nada, ni peluches ni nada de eso.
En las paredes había algún que otro poster y fotografías. Los posters que había eran de personajes famosos como Jonny Deep o Taylor Launter. Eso estaba en la pared de Helena, en mi pared había muchísimas fotografías de mis amigos de América y como no, fotografías de Helena y Michael aquí en Londres.
Me puse un pijama azul oscuro que tenía y me fui de nuevo al salón con Helena.
–Yo creo que me voy a ir a dormir dentro de poco. Estoy muy nerviosa por lo de mañana.
–La verdad es que yo también lo estaría –me dijo mi amiga.
–Tengo miedo de estropearlo todo –me entristecí.
–No lo harás –me animó Helena.
–Y también me preocupa que no sea el chico que encontré en el metro… pero es que es tanta coincidencia…
–A veces la vida nos sorprende.
Me quedé pensando en esas palabras y al final abracé con ternura a mi amiga.
–Muchas gracias por todo –le dije al oído mientras la abrazaba.
–Siempre haré todo lo que esté en mi mano para poder ayudarte –me contestó.
Me separé de ella, sonreí y me fui a la cama a esperar a que llegase el día de mañana. Helena se quedó un poco más en el salón viendo el telediario y al poco rato después entró en la habitación intentando no hacer ruido para no despertarme si estaba dormida.
–No te preocupes, no me vas a despertar –dije.
– ¿Qué haces que no estás dormida? Tendrías que descansar.
–Ya lo sé… pero no puedo pegar ojo.
–Me imagino… bueno mañana por la mañana salimos a dar una vuelta por ahí y me presentas al amigo tuyo que te ha traído hasta aquí. Que llevamos mucho tiempo aquí y todavía no le conozco –rió.
–De acuerdo. Ahora le mando un SMS y esperemos que pueda quedar por la mañana.
–No es por meterme donde no me llaman pero… ¿A Michael le gustas no es así?
– ¿Cómo dices eso si ni si quieras le conoces?
–Sólo con conocerte a ti se todo sobre los demás.
–Eres alucinante de verdad Helena, no se te escapa una –dije mordiéndome el labio para no hablar más de la cuenta y decir que era verdad aquello que ella estaba afirmando.
– ¿Y cómo es que no le has dicho nada? Si siempre me dices que es muy majo, guapo, atento, amable…
–Es todo eso y más pero… no consigo fijarme en él, sólo le veo como a un amigo más.
–Eso le debe de partir el corazón…
–Pero yo no tengo la culpa. No puedo estar con alguien a quien no quiero –me entristecí.
Helena se acercó a mi cama y se sentó en el borde.
–Lo se amiga mía por eso mañana vamos a quedar con Michael en plan amigos y por la tarde te armarás de valor e irás a ver al chico que tanto te tiene sorbida el coco.
– ¿Tú vas a quedar con el hombre que quiere comprarte los cuadros? –esquivé el comentario que había dicho mi amiga.
–Si. Le llamaré por la mañana.
–Muy bien, te deseo suerte pintora.
–Y yo a ti chica enamorada –me dijo mientras me daba en la nariz con su dedo índice.
Se separó de mi cama y se metió en la suya después de ponerse un pijama beis. Le deseé buenas noches y ella me contestó deseándomelas a mí también. Ella pronto se durmió o eso creo, yo por el contrario estaba dando mil vueltas en la cama. No era capaz de conciliar el sueño, tenía mucho miedo y ahora no paraba de pensar en Michael, si él se enteraba de algo sobre el chico de ojos azules seguro que se molestaría. Sobretodo porque me había “enamorado” de él sin haberle conocido antes después de todo lo que ha hecho Mike por mí. Estaba realmente preocupada por todo eso, no quería perder la amistad que tenía con Mike pero estaba deseando ir al encuentro que tenía con el chico del metro, la verdad es que estaba también preocupada por si aquel chico no era el que yo deseaba que fuese pero las palabras de Helena retumbaban aun en mi cabeza “a veces la vida nos sorprende” y eso me hacía tener la esperanza de que ese chico apareciese a la cita en Hyde Park mañana a las ocho de la tarde.
Las horas pasaron y yo continuaba pensando en todo ese lío que se había formado en tan solo dos días. No quería pensar en qué podía pasar si conocía a aquel chico y si Michael se enteraba de todo esto. Al final el cansancio pudo conmigo y me quedé dormida.
Me desperté a las seis de la mañana. Helena continuaba dormida en la cama con las sábanas casi en el suelo.
–Ésta chica… –dije con una sonrisa en la cara evitando reírme.
Anduve a paso lento hasta el salón para no despertar a mi amiga. Cuando llegué allí cerré la puerta de la habitación y ya pude andar con más soltura. Mientras preparaba el desayuno estuve pensando en qué ponerle en el SMS a Michael. Al final ya se me ocurrió que ponerle para que no pensara cosas que no eran y cogí mi móvil y comencé a escribir el SMS.
Buens días Mike! Spero no despertart. Qería decirt qe si qerías qedar hoy x la mñn. Mi amiga Helena y yo vamos a ir a dar una vuelta y ns preguntams si qerías qedar. Cntesta xfa. Un bso!
Cuando lo escribí le di a enviar. La verdad es que quería pero no quería quedar con él. No sabía por qué pero ya no podía hacerle nada, el mensaje ya se había enviado.
–Buenos días chica enamorada –me dijo con sueño Helena.
– ¿Tú no te cansas no? –me reí.
–Si no estuviese cansada no tendría esta cara ahora… –dijo frotándose los ojos.
–Te he preparado el desayuno –le dije sirviéndoselo en la mesa de la cocina.
–Gracias.
Desayunamos juntas ya que yo había perdido tiempo mientras mandaba el mensaje. Se lo conté a Helena lo que le había puesto y lo que había pensado sobre el tema de no decirle nada a Michael sobre lo del chico de ojos azules, ella me prometió no decirle nada porque ya sabíamos que ella podría decir algo sin querer ya que habla muchísimo y a veces sin pensar.
–Oye Helena, ¿cómo sabré si es él con el que he quedado? Me refiero a que si hay algún otro chico con esas características ¿cómo sabré si es él?
Ella se rió a la vez que tragaba por ello se atragantó. Cuando se le pasó la tos pudo hablar.
– ¡De eso ya me ocupé yo también!
–Yo no se como lo haces de verdad… –dije apoyando mi cabeza sobre mi mano derecha que estaba apoyada ésta sobre la mesa.
–Le dije que llevarías una falda negra con una camisa blanca y una chaqueta del mismo color que la falda –me explicó.
Yo me quedé asombrada. Eso quería decir que era él el que tenía que reconocerme a mí.
– ¡Pero yo no tengo nada de eso!
– ¿Por qué crees que quiero salir ahora contigo? Vamos a ir de compras y no me digas que no porque sé que tienes dinero ahorrado. Lo vi el otro día en tu mesilla.
–Sigo diciendo que no sé cómo haces todo esto… siempre lo tienes todo controlado, por cierto, ¿qué hacías mirando mi dinero? –dije con voz de enfadada a pesar de no estarlo.
–No voy a mentirte, quería robarte.
Mis ojos se pusieron como platos y de pronto mi compañera comenzó a reírse.
–Me encanta tomarte el pelo Mía –continuaba riéndose.
–Un día te vas a enterar –la amenacé.
–Pero hasta que llegue ese día yo seguiré haciendo de las mías –me vaciló.
–Te odio –dije de broma.
–Yo a ti más –contestó mientras se acercaba para darme un abrazo.
–Espero que tengas suerte esta tarde –me deseó.
Helena se quedó recogiendo el desayuno y me fui al baño a ducharme cuando al cabo de poco tiempo mi amiga llamó a la puerta del baño.
– ¿Qué pasa? –pregunté.
–Te han mandado un mensaje.
–Vale, ahora lo miraré cuando salga.
–Es de Michael.
–Vale –contesté mientras seguía duchándome.
–Dice que vale. Que vendrá a buscarnos a las diez.
– ¡Helena deja de cotillear mis mensajes! –grité desde la ducha sin evitar reírme. –Ésta chica puede conmigo –me carcajeaba.
Mi amiga no me contestó pero di por hecho que había contestado el mensaje. Cuando salí estaba ella esperando para ducharse y justo me comentó que le había contestado.
–Recuérdame que tengo que matarte –vacilé pasándome el dedo por el cuello simulando una decapitación.
–Te lo recordaré –me guiñó un ojo.
Me vestí con una falda vaquera y unos botines negros para que me pegaran luego con la ropa que me iba a hacer comprar Helena. También me puse una camiseta de tirantes blanca con una camiseta más ancha encima de color negro. Me dejé el pelo suelto y me lo alisé.
Helena salió del baño y se puso unas zapatillas DC blancas y azules con un vaquero más ancho y una sudadera blanca. Y tengo que decir que esa ropa no era suya sino mía, le gustaba mucho ponerse mi ropa porque decía que le quedaba mejor que la suya propia.
–Son las nueve y media, tenemos media hora para tranquilizarte –dijo mi amiga sin parar de dar vueltas por la habitación.
– ¿Tranquilizarme? ¡Pero si la que no se está quieta eres tú! –me reí.
Me miró de reojo y guardó silencio.
–Será mejor que llames a tu cliente, espero que te compre varios cuadros –le dije.
–Quedó en llamarme el hoy pero si no lo hace le llamaré yo más tarde.
–Llámale ahora y así te lo quitas de encima.
–Está bien –me dijo mi amiga cogiendo su móvil.
Se sentó en la cama y comenzó a hablar con el hombre que quería comprarle los cuadros. Yo me fui a mi sitio preferido de la casa, la ventana del salón donde podía sentarme en una repisa para poder contemplar mejor las vistas estupendas de aquel apartamento. Hoy el sol iluminaba todas las calles de Londres y la gente iba incluso en manga corta. No había apenas nubes en el cielo y se podía apreciar un color azul precioso en éste. Un color azul tan bonito que me recordó muchísimo a los ojos del chico que ni si quiera sabía todavía como se llamaba. Estaba bastante nerviosa por todo aquello y ahora lo que me tenía comida la cabeza era el que yo no sabía quien sería él pero él si sabía quien sería yo. ¿Cómo tenía que reaccionar cuando le viese? Esa pregunta no me dejaba tranquila.
–Hoy vas a tener buen día así que no podrás meterte bajo el mismo paraguas que el chico que te gusta –me dijo Helena interrumpiéndome los pensamientos.
– ¿Pero qué dices?
–Lo que oyes, yo no te dejaría llevarte el paraguas así no te quedaría otra que meterte con él bajo su paraguas.
–Helena es que tienes cada cosa… –me reí.
Ella me sonrió y se sentó para ponerse bien las zapatillas en el sofá negro que teníamos. Yo me quedé donde estaba y continué mirando por la ventana hasta que alguien llamó al telefonillo del apartamento.
–Voy yo –dije.
Cogí el telefonillo y me contestó Mike, ya estaba allí. Quedaban diez minutos para la hora prevista pero él no quería llegar ni un minuto tarde entonces llegó antes de tiempo.
–Ahora bajamos –contesté.
–Dile que suba –me dijo Helena mientras levantaba una ceja.
– ¿Qué dices? –me enfadé mientras colgaba.
–Pobre chico. Seguro que quería subir.
– ¿Para qué? Ya bajamos nosotras –contesté mosqueada.
–Para estar aquí contigo.
–Helena ¿tú que quieres? ¿Qué esté con el chico de esta tarde o con Mike? –pregunté desconcertada.
–Elige tú, yo solo te lo pongo todo en el plato.
La ignoré y abrí la puerta.
–Vamos anda –dije sacando las llaves para cerrar.
Helena salió rápido y eché la llave. El ascensor no tardó en llegar y rápidamente llegamos a la planta baja.
–Buenos días –dijo Mike saludándonos con dos besos a cada una.
Eso me extrañó muchísimo porque Michael jamás me había saludado así, no se si sería por vergüenza o algo pero hoy había hecho algo nuevo conmigo.
–Helena éste es Michael –presenté.
–Encantada –dijo ella sonriendo.
–Mike ella es Helena –terminé la presentación.
–Mucho gusto –contestó el joven.
–Bueno, vayamos de compras –dijo Helena poniéndose en marcha hacia Leicester Square.
Helena se puso a un lado de Mike dejándome a mí a su otro lado. Michael no paraba de hablar con las dos y eso me parecía extraño en el ya que nunca hablaba tanto conmigo, creo que con Helena ahí se sentía más seguro y no tenía tanto miedo a meter la pata conmigo.
–Oye Mía, ¿qué os vais a comprar? –preguntó Mike.
–Pues una camisa blanca y una falda negra –contesté.
–Y no olvides la chaqueta –dijo Helena.
– ¿Y tú Helena? –preguntó de nuevo Michael.
–Yo nada. Voy a acompañar y aconsejar a Mía –rió.
Yo me sonrojé y miré hacia el frente. Sin previo aviso me quedé parada de golpe.– ¿Qué pasa Mía? –preguntaron mis amigos
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